dimecres, 12 de març del 2014

La trístisima tarde

La tristísima tarde del martes 1 de marzo de 1994, hace ya veinte años, murió mi padre, el poeta cubano Eliseo Diego. Vivíamos por aquel entonces, de forma temporal, mis padres, mis hermanos y yo, en la Colonia del Valle, en la Ciudad de México, en un apartamento que se encontraba en una calle con un lindo nombre, la calle Amores. Los médicos cubanos nos habían advertido que mi padre tenía un "pronóstico de vida corto". Sus pulmones estaban desbaratados por el cigarro y ya, muchos años antes, su corazón le había enviado la primera señal de peligro. Pero le habían concedido el Premio Internacional de Poesía Latinoamericana 'Juan Rulfo', que fue una de las alegrías más grandes de su vida, y había decidido pasarse una temporada en ese hermoso país donde tanto lo querían y quieren y donde tan bien se sintió siempre. Recuerdo que cuando esperábamos la ambulancia, le pedí que se acostara y estuviera lo más calmado posible. Papá se puso sus espejuelos y escogió, de entre todos sus libros, el Orlando de Virginia Woolf. Sobre su pecho quedó el libro abierto. Fragmento de Palabras por lo veinte años de la muerte de mi padre”, de Josefina de Diego

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