dimarts, 15 d’abril del 2014

Criado y señora (Robert Walser -microgramas-)

Con desgana y distinción, con coraje y tranquilidad les comunico que me he convertido en un ser desconsiderado y cruel. Ya no siento ningún respeto por las mujeres y me dan ganas de llorar por semejante conquista. ¿Quién hará que me ahogue en mi llanto? ¿Nadie? Pues es una pena. Resulta que una señora se dirigió a mí y me dijo en tono amable: “¡Querido!”. “Yo no soy su querido”, le respondí. Ella prosiguió y dijo: “Leí sus libros y deduje que se dedicaba usted a servir, y quisiera humildemente invitarle a ser mi criado. Estará usted la mar de bien, se lo aseguro”. “Muchas gracias por la mar y por el bien”, salió de mi torpe boca sin yo quererlo. “Deje que la vea bien.” La miré entonces fijamente con desprecio y le dije: “En todo caso, tengo algunas objeciones que hacerle”. “Le escucho”, respondió armada de valor. Qué simpática, qué modesta, y yo, que soy un hombre que ha visto y conocido mucho mundo, le dije: “Su deseo debería corromperme. En cierto sentido, su bienintencionada respuesta me conmueve. Está claro que conmigo tiene solo buenas intenciones. Me parece usted muy gentil. Lo que es bien cierto, habría que añadir. Sin embargo, debo decir que con un talento como el mío no se juega. Su aspecto tan bondadoso me fastidia. Su amable fe en mi persona me importa un comino. Además, a mí me gusta comportarme de manera distinta a como pueden dar a entender mis libros, que he escrito solamente para que la gente los leyera. En realidad soy una singular especie de criado; y el criado que aparece en mis libros me trae sin cuidado, que lo sepa. Haga el favor de no sacar de su contexto el poco arte que hay en mis libros. Por lo demás, no me desagrada usted lo más mínimo, pero es culpable de una ingenuidad que me obliga a tratarla con el debido desprecio, cosa que espero no se tome a mal”. Se quedó llena de admiración por mi persona, perpleja y sin habla. Me dio pena. De la gente que me da pena suelo alejarme lo antes posible. Y eso es lo que hice. A la señora le concedí el placer de seguir al criado con la mirada.