divendres, 8 de març del 2013

Literatura y matemáticas


El colmo de un matemático: tener una mujer 10 (que se sale siempre por la tangente); un hijo obtuso y de comportamiento sinuoso; una hija sin límites, hiperbólica; no soportar ser un cero a la izquierda; luchar denodadamente por dar un giro Copernicano a su vida; hacer un cálculo erróneo y quedarse más solo que la una.


Era el de ella un amor platónico. El de él un amor cartesiano. No se podía decir que fueran almas simétricas. Eran tan diametralmente opuestos que no pudieron combinarse adecuadamente, aunque echaron el resto y buscaron incansables un denominador común. Antes de encarar la recta final, decidieron cerrar el círculo y seguir trayectorias divergentes.

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