dilluns, 17 de maig del 2010

ESCRIBIR

[en realidad la profe nos dijo que hiciéramos una narración, no un poema. Y esto es lo que salió, para variar, angustioso. Lo siento. Como podéis ver, hay imágenes que se repiten en este texto y en el poema]





Escribir para tomarle medidas al miedo, para conjurar, para morder de nuevo el anzuelo de la vida (Chantal Maillard, Escribir).

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Bajó de puntillas los peldaños y entró inclinando la cabeza en un gesto aprendido que la salvara del golpe en la cabeza. Ajustó cuidadosamente la tabla que hacía de puerta, y se sentó en el suelo. Hizo punta al lápiz y limpió la goma, sucia de tanto usarla. Puso el cuaderno sobre sus rodillas y se dispuso a escribir.
Una lámpara minúscula iluminaba el angosto escondrijo del hueco de escalera en el que, como todas las tardes de ese verano, había ido a ocultarse, mientras los mayores hacían la siesta escapando del calor sofocante. Ella escapaba de sus miedos trazando líneas de escritura alocadas. Se recordó. Y recordó a la que había sido su amada compañera de juegos desde que se la regalaron cuando tenía algunos años menos. Sabía que ya no tocaba hablar con ella, que ya no tenía la edad de simular que se comprendían, que se escuchaban. Sabía que los mayores no comprenderían. Y no habló con palabras pronunciadas. Escribió para ella. Le contó una historia.

Mi hermana, la mayor y más querida, empezó a escribir antes de saber hacerlo. Un día, mucho después, cuando no encontró los conjuros contra los demonios que la tenían paralizada y decidió en secreto emprender el camino que la llevaría a ese país del que nunca se vuelve, cuando todo lo demás no había sucedido, me hizo el don. Quizás para que encontrase una explicación. Quizás para que a mí no pudieran hacerme daño. Me entregó su cuaderno. Primero eran sólo dibujos: seres deformes, pájaros negros de enormes alas abiertas y picos desgarradores, noches llenas de lunas repetidas y voraces.
Fueron luego frases deshilachadas aunque llenas de sentido: el miedo me ocupa toda entera, el miedo soy yo. Me hiere. Me hiero. Nunca sé hasta dónde puedo llegar. Quiero no haber existido. La caja de los truenos está abierta, no encuentro la magia, maldigo a las palabras que no llegan, las imágenes son oscuras, me estremecen. ¿Quién me dará la llave?
Sálvate tú, -me dijo. Encuentra las palabras.

Cada uno se enfrenta a sus miedos de manera distinta. ¿Puedes decirme tú hasta dónde llegarán los míos? ¿Dejaré que las zarpas afiladas de los halcones me destrocen? ¿Podré alguna vez encontrar el hechizo que los haga desaparecer? Escribo y escribo. Ella no lo logró, pero yo no me doy por vencida. Seguiré narrando en su cuaderno mi larga experiencia de dolor. Hasta acabar con ellos. Hasta encontrar la llave que encierre al monstruo de las muchas cabezas en su cofre. Hasta atrapar de nuevo la luz. Se lo debo.

4 comentaris:

  1. Los miedos, la caja de los truenos, demonios que quieren salir, escondrijos, la garganta atenazada, el grito amordazado, el viaje al interior de uno mismo por el tunel del terror. No es ninguna fiesta, es una alerta.

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  2. Como siempre, me ha impresionado... Y porque sé que estás bien, no te pregunto si estás bien, pero no deja de inquietarme tanta desesperación y tristeza.
    Sólo un apunte: hay tres "conjuros", para mi gusto (muy personal)... demasiados.

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  3. Tienes toda la razón, Carme. Ya he lo he cambiado. Creo que sigo repitiendo alguna cosa más. Gracias.

    Piensa de todas formas que en mis textos siempre hay esperanza. No doy todo por perdido.jeje.

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  4. Es brutal...estremecedor, la angustia se palpa...buenísimo!!!!!

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