Y el gran espejo flotaba sobre países y mares, sobre ciudades y campos. La gente que lo veía no se sorprendía, sino que decía: "Es la luna". Y cada vez que el espejo volvía, ponía delante de la princesa todos los reflejos que había recogido durante su viaje. Los había bonitos y feos, interesantes y aburridos, según como salía. La princesa escogía los que le gustaban, mientras que los otros los tiraba simplemente a un arroyo. Y los reflejos liberados volvían a sus dueños, a través del agua, mucho más de prisa de lo que te imaginas. A eso se debe que veas tu propia imagen reflejada cuando te inclinas sobre un pozo o un charco de agua.
MICHAEL ENDE, Momo
(Trad. Susana Constante)
· CANVIAR EL NARRADOR: escriviu un text en què, en primera persona, s'expliqui a un company el contingut d'aquest text. "He leído que la razón de que veamos nuestra propia imagen reflejada en...".
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