Mi jardín
Fue un recorrido iniciático, casi
titánico, diría, encontrar una casa con el jardín apropiado para hacer de él un
rincón para mi espíritu. Dos años recorriendo pueblos y sendas. Espacios y
caminos. Al fin encontré uno, consistía en tres espacios separados en tres
niveles, un seto lo separaba por la derecha de otra parcela y por la izquierda a través de una
valla, allí pondría glicinias que con sus flores arracimadas y su fragancia atraerían
a las abejas, cuyo sonido sería compañía sonora para mis tardes de lectura. En
un segundo plano jazmines blancos, no tan tempranos, olorosos en las tarde-noches
de verano y más abajo bignonias, un canto anaranjado de luz y color, como un
estallido sobre el fondo verde de los alcornoques del vecino. Plantaría prunus rojizos, que al florecer cual
almendros de tenue rosado me recordarían que la llegada inminente de la primavera en
su loca carrera vital. Un ejemplar único de abeto, otro de macrocarpa
dorada y no podrían faltar un olivo y un ciprés mediterráneos. Desde dentro, vería las clivias florecer y la araucaria enaltecida que abrigaría una ardillita
loca, que no pararía de correr. Atrás las moreras, el limonero, un pequeño manzano
y un melocotonero, también. Toda la luz y el color tamizado por los mil verdes
entrarían en la sala, acompañándome. La naturaleza fusionada en mí, y yo con
ella.
Mi odioso jardín
Estuve pateando durante dos años urbanizaciones horrendas, casuchas infestas, parcelas yermas y pueblos espantosos. Encontré una casa llena de escaleras y un jardín estropeado por unos perros que quemaron la yerba con su orín corrosivo y que hurgaban con sus patas todo lo que encontraban a su paso. Intenté plantar flores y árboles que pedían ora agua ora abono, y siempre más y más horas de sudor y trabajo a nivel del suelo, dejando mi espalda crujida y mis manos destrozadas. Cuando las gotas de mi cara eran como las goteras de un día lluvioso en un pajar, dejaba mis aperos para seguir la tortura al siguiente día. Y al fin no lograr ver nada más que un terreno baldío y seco con cuatro plantas, muchas malas hierbas y dos árboles raquíticos y escuchimizados. Al fin decidí poner grava en la parte posterior, cemento en la delantera y césped artificial en la intermedia ¡Un horror!
Sólo un jardín
Aquella casa estaba rodeada por un cuidado jardín, con seguridad tenía jardineros a su cargo. Se componía por plantas estructurales como evónimos y avelias; enredaderas, yedras y jazmines; ejemplares únicos: un ciprés, una araucaria, un olivo…También había plantas florales, clivias, aves del paraíso y gardenias. Las aromáticas tenían su espacio alrededor de una sola piedra que recordaba a los visitantes la alegoría celta de la bienvenida al visitante. Otras flores de temporada como los tulipanes, los jacintos y las fresias se ofrecían en el ámbito de las bulbosas, las rosas granates o de color rosa de té y las orquídeas naturalizadas redondeaban un conjunto variado y cuidadosamente escogido.
Estás recuperando la belleza a marchas forzadas. Y la buena escritura.
ResponEliminaEstil culte i fluïd. Lèxic ric. Repassa puntuació del primer jardí que em sembla que hi ha un ball de comes.
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