
"Aquella noche de diciembre no era una noche como las demás. El viento de hielo que hacía temblar los olivos de Jerusalén a Nazaret sí era el mismo; la nieve que tendía sobre el praderío sus manteles agujereados de charcos, sí era la misma; y también los carámbanos que colgaban sus barbas de enano en los tejados de las chozas. Y, sin embargo,
ALEJANDRO CASONA
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