[Carta de amor desde un edificio en llamas]
No puedo hablar de amor, sólo sentirlo. Así que no me gusta nada lo que ha salido, pero soy una alumna disciplinada!!!
Querida, mi muy querida. Ojalá que esta carta fuera una botella lanzada al mar de nuestros encuentros, que llegara hasta ti cuando, según tu costumbre, bajases a la playa a la salida del sol. Pero sé que no. Que su destino último será arder con todo, que el fuego que me destruirá acabará también con ella, que nadie encontrará sino sus cenizas confundidas con las mías y con las de este edificio que se está viniendo abajo. Si las cenizas tuvieran memoria, si pudieran hablar, te hablarían de mi amor profundo, de mi deseo ardiente de ti.
El fuego.
La rabia de las palabras guardadas, de los gestos olvidados, de las caricias perdidas. Y la rabia de este gesto tardío, inútil, que nunca conocerás.
El humo.
Mi amor, querida mía. Hasta mí llegan el calor insoportable y el ruido de cristales que estallan y de vigas que se retuercen y caen. ¿Cuánto tiempo me queda todavía? ¿Hasta cuándo la compañía de tu recuerdo aliviará mi dolor? Empiezo a perder el mundo de vista, el humo no me deja respirar. Mis ojos se nublan. Sólo tu imagen en mi cabeza. Tu sonrisa. Tus miradas. Ven querida, dame la mano, abrázame.
El vacío doloroso de tu ausencia.
Concha
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