[cambio de narrador: 1ª, 2ª, 3ª persona]
Joana observaba de lejos, callada. Había visto a los tres turistas mirando con curiosidad el letrero con el nombre de la domatia y el número de teléfono tachado con rotulador negro, y cómo
su marido salía con precipitación a buscarlos hasta la puerta atravesando el jardín. No son griegos –pensó- . Vio que, según su costumbre, una costumbre ya casi olvidada por la falta de turistas, Vassilis sacaba la mejor de sus sonrisas, les daba la mano y les hacía entrar en la casa para mostrarles su habitación. Luego le pidió que sacara de la nevera las dos cervezas que les quedaban, instaló a los turistas alrededor de la mesa del jardín y se puso a hablar con ellos en una jerga que ella no entendía. Eran alemanes. Vassilis había trabajado dos años en Alemania cuando vivía allí con su primera mujer. Joana no sabía por qué reían, a plazos, una de las mujeres algo más tarde y después de que la otra le dijera algo en voz baja como si le tradujera aquello que tanta gracia les había hecho. Estaban hablando de ella, y los turistas la miraban y sonreían. Con la excusa de un ataque de tos, Joana se levantó nerviosa y se metió en la casa.
***
Nunca has visto a un tipo tan grotesco, tan impresentable. Vaya un personaje, el tal Vassilis! Te preguntas cómo alguien así puede tener una casa para turistas. Dedícale una sonrisa a su mujer, la pobre no entiende nada. Tú tampoco, pero al menos tu tienes a tu hermana, tu traductora particular. No te hacen gracia las bromitas vulgares y serviles que tienen a su mujer como protagonista. Bromitas del tipo “es que cambié de mujer y al mismo tiempo de teléfono” cuando Hans le preguntó por qué cuando llamamos nos habían dicho que ese número de teléfono no existía. O “Es un poco enfermiza, a ver si se muere” y la coletilla “es broma”, porque esta vez se había pasado. ¿Por qué te has reído, entonces? Tienes ganas de levantarte y hacerle un desplante, pero no lo haces por respeto hacia Joana, que en este momento parece tener un ataque de tos, se levanta y se dirige hacia la casa.
***
Me llamo Joana y no soy de este lugar. Yo nací en Santorini. Me casé con Vassilis hace tres años, por pena y para desgracia mía. Su mujer , me dijo, le había abandonado y dejado a cargo de esta casa de huéspedes que se cae de puro descuido. Debía de pensar que yo me encargaría de todo. No le conocí mientras me cortejó. Sólo después. Es simpático con los que vienen buscando habitación. Un poco servil, para mi gusto. Hoy han venido tres turistas, dos mujeres y un hombre. Las mujeres se parecen. Aquí están ahora sentados a la mesa en el jardín y tomando la cerveza que Vassilis me ha dicho que fuera a buscar. Mi marido piensa que porque no hable la lengua de los extranjeros no me doy cuenta de lo que pasa: les habla de mí y me deja en ridículo sólo para hacerse el gracioso. Me miran y se ríen, aunque en los ojos de una de ellas veo un destello de compasión. Pero a mí no me gusta que nadie me compadezca.
Interesante este cambio de narrador que hayer me comentabas. Muy posiblemente tengás tu razón ... sería más lógico.
ResponEliminaBueno, veremos la opinión de nuestra teacher !!!
Carme, se t'ha caigut una "h" que no hi va....
ResponEliminaDemasiè... m'ho llegia i rellegia i no ho veia: això és una deformació de l'"ahir" (vull pensar ...)
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